martes, 21 de octubre de 2014

Justicia........... Por Alex Goodman

   Se abotonó la bata, limpió sus ojos de lagrimas y se encerró a llorar en el baño...
   Ésa noche, como muchas otras, Daniela había sido humillada por su marido. Y, como tantas otras, había tenido que soportar una violación más, otra tanda de golpes, maltrato físico y psicológico, y vejaciones que solo una mujer que no sabe que tiene derechos, puede permitir.
   Lloraba desconsoladamente, y no era capáz ni de alzar la mirada para verse en el espejo. Sentía verguenza de sí misma, pero no sabía qué hacer. Su mente le gritaba que denunciara al borracho que yacía en su cama, que sacara a la luz los 26 años de maltratos, noches en vela, golpes, lagrimas, y tortura en que se había convertido su matrimonio, casi invariablemente todos los fines de semana, y aún más, días entre semana en que su marido llegaba tarde de "trabajar".
   Daniela no tenía ya ilusiones de nada. Atrapada en una tremenda depresión, y habiendo sido educada bajo las estrictas reglas de su padre y madre machistas de que debía obedecer en todo a su marido, la separación no le parecía una opción aceptable y válida. Ella deseaba morirse, y así se lo repetía tantas y tantas noches.
   Demacrada por tantas noches en vela, llorando, mal alimentada, tenía prohibido salir de su casa a menos que fuese a la tienda, y debía ir acompañada de alguno de sus hijos, era la regla que había instituído su esposo, ante sus tres hijos. Los tres, varones, ahora estudiaban lejos, gracias a unas becas que ella y sus amigas les habían conseguido. Gonzalo, su marido, no aportaba muco a la casa y gastaba constantemente en sus borracheras. Así que estaba encarcelada en su propia casa.
   Para colmo, Gonzalo era uno de tantos Analfabetas Sexuales. No tenía ni idea de lo que era hacerle el amor a su esposa, y solo la usaba por pocos minutos para eyacular rapidamente. Daniela no conocía el placer de un orgasmo producido por su marido, en 26 años de convivencia. Jamás le había tocado con la sensualidad que sueña toda mujer, ni siquiera en su noche de bodas, a donde obviamente, Gonzalo llegó borracho e incapáz de darle a su flamante esposa al menos una noche de amor.
   La vida, sin embargo, era así para Daniela, y era normal. Su madre había padecido situaciones semejantes, aunque sin tanto alcohol por parte de su padre. Pero, ella había visto todo ése espectaculo en su niñez y juventud por lo que no s ele hacía del todo reprobable, en su interior. Le parecía una conducta normal hasta certo punto, y que las mujeres venían al mundo a padecer. Sus tres hijos, ahora portaban el mismo mensaje...Cuándo terminaría ésa horrible cadena?
   Angélica y Marcela, hermanas de Daniela no estaban sin embargo convencidas de ello. Habían tenido matrimonios medianamente exitosos, pero, sin embargo, estaban divorciadas porque al menor síntoma de violencia intrafamiliar habían colocado demandas ante el Ministerio Público para defender su vida, su integridad física, sus hijos, y sus posesiones, y habían ganado las batallas legales logrando vivir plenas, con sus propios negocios, y su vida mucho más felíz.Con todo, no lograban convencer a Daniela de que abriera los ojos y saliera a la realidad.
   Gonzalo además, tenía un trabajo mediocre. Por su agresividad manifiesta y caracter explosivo, sus constantes faltas al trabajo por su adicción a las bebidas, nunca había logrado escalar puestos importantes pese a ser Contador, y presumir él mismo de ser bastante competente. Apenas ahora que trabajaba junto a un jefe que también era adicto a las fiestas como él, era que había podido permanecer por más de dos años en el empleo. (Anteriormente no pasaba del año).
   La vida de Daniela era levantarse muy temprano, preparar los desayunos, asear la casa, salir solamente a la tienda o al mercado sobre ruedas que una vez por semana se instalaba en la esquina de su casa, y regresar para hacer la comida para sus hijos. Gonzalo, no siempre podía ir a comer, así que por lo menos ésos días tenía la dicha de comer en paz con sus hijos. Pero, cuando él comía en casa, la paz se evaporaba de la mesa para convertirse en un mar de groserías, órdenes a Daniela, y maltratos.
   Por la tarde, lavar los trastos, la ropa, planchar, y ver las telenovelas, era su vida. Lamentablemente muchas de ésas historias televisadas eran una copia al carbón de su propia vida, por lo que se convencía aún más de que éso era la vida normal, pues no conocía otra.  
   Solamente una vez en su vida los había llevado Gonzalo de vacaciones, por tres días, a Oaxtepec, Morelos. Era de las pocas veces en que Daniela se había alejado tanto de su natal San Martín Texmelucan, Puebla. Casi dos horas de camino!... En autobús... 
   Daniela había dejado de creer en ella misma, y había ya olvidado su sensualidad, su propio placer, incluso, hacía muchos meses que no se veía en el espejo desnuda. Para ella el baño era solo mojarse, enjabonarse y enjuagarse rápidamente, vestirse con su bastante fuera de moda ropa interior, antigua e incomoda, pero limpia, etc. Su ropa normal era muy gruesa, por instrucciones de su marido, a manga larga siempre, con sueter y mandil, y faldas que le llegaban al tobillo para que no fuera a mostrar "carne" y andar mostrandose a los ojos de los hombres cuando saliera a la calle... Así lo dictaba Gonzalo. Nunca un peinado, nunca una tarde en salón de belleza o estética, nunca una prenda de regalo de navidad...
   Daniela era un robot manipulado a distancia, de control inalambrico, que obedecía ciegamente las órdenes de Gonzalo. Y si Gonzalo dictaba que había que ahorrar en la quincena porque le había tocado pagar una apuesta con sus amigos de la oficina, pues simplemente había que hacerlo. Todo lo que Gonzalo dictara debía ser una órden seguida al pié de la letra por ella y sus tres hijos, o atenerse a las consecuencias.
   Sin embargo, una tarde en que lloraba calladamente, Daniela escuchó que tocaban a su puerta. Era su vecina, Martha, que le avisaba que habían visto a su marido en la cantina del centro, acompañado de varias mujeres, pero que a decir de algunas personas, unos hombres habían penetrado al establecimiento ye se los habían llevado a todos: A Gonzalo y a las mujeres. Daniela sintió que le faltaban las fuerzas...
   Los días pasaron sin que Gonzalo apareciera. Pese a una exhaustiva busqueda de nuestras autoridades policiales, nunca pudo saberse nada de Gonzalo. Las cinco mujeres que habían sido raptadas junto con él, habían aparecido a la semana siguiente muy golpeadas cerca de la entrada de Tlaxcala, Tlax. pero no sbaían (o no querían decir) nada del paradero de Gonzalo.
   Daniela permaneció semanas en silencio, al no podre llorar más. Una cosa desconocida en su vida ahora le invadía: La paz. Estaba tan acostumbrada desde pequeña a escuchar órdenes, insultos, y maltratos, que no podía creer que ahora el silencio fuese parte de su vida! Sentía que lago le hacía falta, pero no era precisamente Gonzalo, sino el ambiente alterado que éste provocaba. Simplemente, empezó a pensar...Y empezó a vivir.
   Gonzalo fué declarado legalmente desaparecido y muerto a los tres meses. Daniela empezó a recibir una pensión, que le parecía enorme, puesto que ella no estaba acostumbrada a administrar el dinero, y jamás había sido enterada de lo que su marido percibía quincenalmente. Así que le empezó a sobrar un dinerito por aquí, y otro por allá. Sus hijos ya casi terminaban sus carreras, al mismo tiempo que trabajaban, por lo cual ellos también le empezaron a enviar dinero a ella. Su carga de trabajo había disminuido en casa, por lo que optó por poner un negocio de comida... A sus 54 años, se convertía en emprendedora y empresaria, a la vez que empezó a sonreir!
   La vida empezaba a ser diferente para Daniela. Ahora había sonrisas en su vida, alegría, y se empezó a arreglar. Desaparecieron los mandiles y los sueteres, y llegaron las blusitas de tirantes, que dejaron al descubierto un cuerpo bien proporcionado de una mujer madura... Y despertó su sexualidad! Ya después de haber pasado la temible etapa de la menopausia, era que Daniela descubría sensaciones en su cuerpo que no conocía... Se empezó a tocar, como jamás lo había hecho Gonzalo...Se empezó a excitar, y por fin conoció la masturbación, y al poco tiempo, el orgasmo... Vaya que se había perdido de tanto! Se tornó en una experta en caricias, en exploración vaginal, y en proveerse como tantas otras mujeres, de autosatisfacción sexual.
   Recordaba ya sin dolor: La noches en que Gonzalo llegaba sobrio, simplemente se recostaba en la cama y le pedía (o le ordenaba) que se montara en él. A los dos o tres minutos, Gonzalo eyaculaba y se quedaba dormido. Ése era el acto sexual supremo que Daniela conocía! Y el parecía normal... Nadie le había hablado de sexualidad en su vida.
   Dentro de todo, la vida le hacía justicia. Ahora, los límites los pondría ella en su crecimiento personal.
   Por qué si Daniela pudo cambiar su vida, no la podemos cambiar todos?
   Cuántas Danielas y Gonzalos conoces?
   Cómo puedes ayudar a las mujeres que se encuentran en la situación de Daniela?